El satélite de la Tierra
Alzar la vista hacia el cielo y contemplar el disco de la Luna a simple vista y poder distinguir claramente sus distintas superficies claras y oscuras y sus brillantes irisaciones sin necesidad de ningún instrumento sólo es posible con el objeto celeste más cercano a la Tierra.
El baile gravitatorio entre la Tierra y la Luna tiene sus consecuencias: la Luna siempre nos muestra la misma cara. Gira, pero lo hace a la vez que se traslada alrededor de la Tierra de manera que siempre nos mantiene oculta su otra cara. Su proximidad altera los océanos de Tierra: las mareas son un fenómeno causado por la atracción gravitatoria de la Luna.
Es natural que haya despertado la curiosidad y la inspiración en los seres humanos desde el principio de los tiempos: el Sol cegador no permite su contemplación directa y las estrellas y los planetas sólo se ven como puntos de luz a simple vista. En cambio la Luna nos muestra su majestuoso disco en todo su esplendor.
La Llegada del Hombre a La Luna
Aunque hayan pasado más de cincuenta años de la llegada del Hombre a la Luna, sigue sorprendiendo el pensar que ha habido personas paseándose sobre su superficie. Desde luego se trata de una proeza impresionante fruto de la inteligencia y del trabajo en común de los seres humanos.
Credit: NASA
Hasta ese día, realizar un viaje a Luna era una quimera inalcanzable, sólo la imaginación podía llevarnos hasta allí. Sin embargo, en julio de 1969 los astronautas del Apolo 11, pisaron la superficie lunar, un acontecimiento sin precedentes en la Historia.
Después del Apolo 11, otros astronautas llegaron en naves Apolo, desde el Apolo 12 hasta el Apolo 17 en diciembre de 1972, salvo el conocido Apolo 13 que por dificultades técnicas no pudo llegar a nuestro satélite viéndose sus astronautas obligados a regresar a la Tierra en una arriesgada maniobra.
Las misiones Apolo 15, 16 y 17 llevaron consigo un rover lunar que permitió a los astronautas realizar desplazamientos más largos a bordo del vehículo. Cuando a finales de 1972, Eugene Cernan, el último hombre que ha pisado la Luna y el resto de la tripulación del Apolo 17 amerizaron en la Tierra, se puso fin a la espectacular aventura. A día de hoy 12 personas han estado y regresado de nuestro satélite.
Según los planes actuales de las agencias espaciales, todavía habrá que esperar unos años antes de que la persona número 13 pose su pie sobre la superficie de la Luna continuando así la aventura lunar.
Las Fases Lunares y Los Eclipses
Luna llena, cuarto menguante, luna nueva, cuarto creciente. Las posiciones relativas del Sol, la Tierra y la Luna son las responsables de las distintas fases lunares.
Cuando el Sol, la Tierra y la Luna, en este orden, se encuentran alineados, se produce la Luna llena, es en esta fase cuando pueden producirse los eclipses lunares, ya que nuestro planeta se interpone entre el Sol y la Luna.
Cuando la disposición es Sol-Luna-Tierra tenemos luna nueva, es decir no se ve, porque el hemisferio que nos presenta es de noche. Es en esta configuración cuando pueden producirse los eclipses solares. Es una feliz coincidencia cósmica que el tamaño angular de la Luna y el Sol sea el mismo, lo que permite ver los espectaculares eclipses totales de Sol.
Sin embargo, cuando la posición de la Luna en su órbita es algo más lejana, su tamaño angular es algo menor que el del Sol y entonces lo que se produce es un eclipse anular.
El hecho de que no haya eclipses de Sol cada luna llena o eclipses de Luna cada luna nueva se debe a que la órbita de la Luna alrededor de la Tierra tiene cierta inclinación por lo que sólo cuando se producen ciertas posiciones en la alineación de los tres cuerpos dan lugar a los eclipses.
Cuando la posición relativa de la Luna y la Tierra forma 90 grados respecto al Sol se produce las fases de cuarto creciente y cuarto menguante.
La observación de la Luna con prismáticos o telescopios es mucho más interesante cuando se realiza en las fases de crecimiento o decrecimiento ya que entonces las sombras que proyectan las montañas y los cráteres lunares permiten contemplar mejor sus formas.